lunes, 9 de enero de 2012

Cohetes, ¡no aprendemos nunca!

Adriana Pacheco
De la Redacción de UNO

Tampoco este año bastaron las intensas campañas contra el uso de pirotecnia realizadas por distintos medios de comunicación desde los grupos proteccionistas de animales, aunque con diferencias, en casi todas las ciudades de la región los cohetes causaron numerosos accidentes y extravío de animales, principalmente perros.
Llegué a ver espantada a un pobre can correr en contramano por calle Carbó de Paraná el 25 de diciembre a la madrugada, totalmente perdido y aterrado, en medio del tráfico. Quién sabe qué habrá sido de él.
Se sabe que el oído del perro es dos veces más sensible que el del humano, por eso el susto extremo que muestran algunos perros al explotar cohetes: tiene que ver con una respuesta instintiva y natural de protegerse de truenos y rayos, que es el sonido que ellos perciben al estallar algún artículo de pirotecnia. Muchos buscan lugares oscuros y protegidos, como por ejemplo debajo de una cama o de una mesa, y otros corren nerviosos y sin dirección, tratando de escapar.
Años atrás en Rosario una familia me contó un trágico cuento de Navidad: como en Nochebuena salían a cenar afuera, no tuvieron mejor idea que dejar su ovejero en la terraza, atado para que no se tire a la calle. Cuando volvieron de madrugada, en medio de la cocina, colgaba estrangulado el perro que, desesperado, se había metido por un ventiluz de vidrio.
En varias ciudades, como Usuahia, el uso de pirotecnia está prohibido por el peligro que representa para las tradicionales casitas de madera de la zona, además de prevenir los usuales accidentes oculares y quemaduras comunes en esta época.
Hoy estamos buscando a Cambá, un labrador negro de ocho meses de un compañero de la Redacción, que el 31, aterrado por las explosiones, saltó las dos altas rejas que lo separaban de la calle, en barrio Ramírez Sur. Una familia con tres chicos angustiados lo esperan.

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